A pesar de que los ciberataques, fallos de hardware y software, desastres naturales, o incluso errores humanos son cada vez más frecuentes, muchas empresas siguen sin contar con un Plan de Recuperación ante Desastres sólido. Lo preocupante no es solo la ausencia o desconocimiento de un procedimiento o documento como tal, sino la falta de cultura y procesos claros para responder ante una contingencia. En un entorno donde cada minuto de inactividad se traduce en pérdidas económicas y de reputación, la improvisación no debería ser una opción.
En muchas organizaciones, las copias de seguridad se realizan de forma irregular, sin verificar su integridad, y sin un ciclo de actualización definido. Pero el error más común y costoso, es no probar la restauración. De nada sirve tener terabytes de backups si, llegado el momento, no pueden recuperarse en el tiempo necesario o los datos están corruptos. Las pruebas periódicas son la única manera de garantizar que los procedimientos funcionan, que los responsables saben ejecutarlos y que los objetivos de RTO y RPO se cumplen en la práctica, no solo en teoría. A esto se suma la importancia de configurar alertas y reportes diarios en las plataformas de backup para detectar fallos a tiempo y evitar sorpresas el día que realmente se necesiten.
Hoy en día, el ransomware es uno de los mayores riesgos para la continuidad de negocio. Estos ataques no solo cifran los sistemas en producción, sino que, si los backups están accesibles desde la misma red, el ransomware también intentará cifrarlos. Por eso, es crucial aplicar medidas como backups inmutables (que no pueden ser modificados ni eliminados) y segmentación de red para proteger las copias.
Un principio fundamental para la protección de datos es la regla 3-2-1: realizar al menos 3 copias de la información, almacenadas en 2 medios diferentes, y con 1 copia deslocalizada con una distancia física razonable, o en la nube. Esta práctica minimiza el riesgo de pérdida y garantiza el restablecimiento del servicio y continuidad del negocio ante el peor de los escenarios posibles.
Sobre la importancia de la “distancia física razonable”, existe un ejemplo real que lo ilustra perfectamente. El 11 de septiembre de 2001, algunas empresas perdieron toda su información porque su CPD principal estaba en una de las Torres Gemelas y su copia de respaldo en la otra. Cuando ambas colapsaron, no quedó nada que recuperar.
Tener el listado, actualizado y documentado de todos los activos tecnológicos y de información (CMDB), es fundamental para un DRP efectivo. Sin un inventario detallado, es imposible identificar qué sistemas, aplicaciones y datos son críticos para la operación del negocio. Esta clasificación es la base para priorizar recursos y esfuerzos durante una recuperación, asegurando que se restaure primero lo que realmente impacta en la continuidad y minimizando el tiempo de inactividad. Además, una documentación clara facilita la coordinación entre equipos y acelera la toma de decisiones en momentos de crisis.
Un DRP eficaz no es solo responsabilidad del área de TI; es un compromiso que involucra a toda la organización. Cada área crítica debe conocer su papel en caso de desastre, desde la priorización de procesos hasta la comunicación con clientes y proveedores. La continuidad del negocio no depende únicamente de la tecnología, sino de la coordinación entre personas, procesos y sistemas. Sin una cultura de resiliencia, incluso el mejor plan puede quedarse en papel mojado.
Disponer de un DRP no es solo una buena práctica, en muchos sectores es una obligación normativa. Estándares y marcos como ISO/IEC 27001, el Esquema Nacional de Seguridad (ENS) o el reglamento DORA para el sector financiero exigen planes de continuidad de negocio y recuperación ante desastres. No cumplir con estos requerimientos puede acarrear sanciones, pérdida de certificaciones e incluso restricciones regulatorias, por lo que un DRP bien diseñado es también una herramienta clave para la gobernanza y el cumplimiento.
En definitiva, la pregunta no es si ocurrirá un incidente, sino cuándo. Y cuando llegue ese momento, solo las empresas que han invertido en preparación podrán continuar operando con normalidad. Un DRP efectivo, respaldado por backups actualizados, monitorizados, distribuidos siguiendo la regla 3-2-1 y con pruebas periódicas de restauración, no es un gasto, es una póliza de supervivencia para el negocio.
Y para finalizar, una pregunta clave: ¿está tu empresa realmente preparada?. Para autoevaluarse, es necesario responder con garantáis a las siguientes preguntas:
- ¿Tienes backups siguiendo la regla 3-2-1?
- ¿Realizas pruebas de restauración al menos dos veces al año?
- ¿Has definido y documentado tus RTO y RPO?
- ¿El plan involucra a las áreas críticas y no solo a TI?
Si dudas en alguna de estas respuestas, tu DRP necesita atención.
Daniel Calzada, Responsable IT de Zerolynx by Cybertix