5 nov 2020

#FluConLaCiencia: José Fernández Martínez, Profesor de Investigación emérito en el Instituto de Agricultura Sostenible del CSIC en Córdoba


Mi nombre es José Fernández Martínez y soy actualmente Profesor de Investigación emérito en el Instituto de Agricultura Sostenible del CSIC en Córdoba

Obtuve el título de Ingeniero Agrónomo en la Universidad de Madrid en 1970 y en 1972 conseguí una beca del Banco Mundial para realizar estudios en la Universidad de California, donde obtuve un Master en Agronomía y un doctorado en Genética. Soy asimismo Doctor Ingeniero Agrónomo por la Universidad de Córdoba. De 1975 a 1987 trabajé en el Instituto de Investigaciones Agrarias en Córdoba, donde desempeñé los cargos de Jefe de Departamento de plantas Oleaginosas y de Director del Centro de Investigación. En 1987 obtuve por concurso una plaza de Profesor de investigación en el Instituto de Agricultura Sostenible del CSIC en Córdoba, donde también desempeñe los cargos de Jefe de departamento de mejora genética Vegetal y de Director. 

He sido consultor de FAO en Marruecos, Egipto y Chipre y Consultor de la Unión Europea en China. He dirigido 12 tesis doctorales, soy autor de 130 artículos científicos en revistas de impacto, 114 comunicaciones en congresos, 30 capítulos de libros, 7 patentes internacionales y 32 registros de variedades vegetales. En los últimos 10 años, he participado en 12 proyectos de investigación y 15 contratos con empresas. En 2004 recibí el premio Pustovoit  de la asociación Internacional de girasol.

Pustovoit Award, Fargo/USA, 2004. Dr Gian Paolo Vannozzi/Italy, Dr José Fernández Martínez/Spain, Dr Felicity Vear/France & Dr Florin Stoenescu/USA

Pustovoit Award, Fargo/USA, 2004. Dr Gian Paolo Vannozzi/Italy, Dr José Fernández Martínez/Spain, Dr Felicity Vear/France & Dr Florin Stoenescu/USA

Durante mi vida profesional he desempeñado un papel significativo, durante más de 40 años, en la investigación en la mejora genética sobre diversos cultivos oleaginosos en España (girasol, Brassicas, cártamo, ricino), con importantes contribuciones en distintos  temas agronómicos y genéticos y moleculares. Un ejemplo sobresaliente  de estas contribuciones de mi trabajo de  investigación ha sido el desarrollo de nuevos tipos de aceite de girasol, dirigidos a aplicaciones específicas alimentarias y no alimentarias. Los principales componentes químicos que determinan las propiedades tecnológicas de los aceites son los ácidos grasos. Utilizando técnicas no transgénicas, como la mutagénesis artificial, participé en un trabajo pionero para el desarrollo de germoplasma de girasol, con alto contenido en los ácidos grasos oleico y ácido esteárico, que abarcó no solo la obtención de los mutantes y la caracterización genética y molecular de los genes implicados en la expresión de estos caracteres, sino su transferencia a fondos genéticos de alto rendimiento. El aceite de este material sirve de base para la industria alimentaria de margarinas y bollería que pueden sustituir a las grasas animales que tienen efectos negativos sobre la salud por su incidencia en el colesterol y evitar el proceso de hidrogenación por el que la grasa pasa de líquida a sólida. Este material fue patentado por el CSIC y está siendo explotado por varias empresas. 

Actualmente, la investigación científica en España se ha fijado como objetivo el 2% del PIB, lejos aún de los valores de 2018 (1,24 %) que a su vez es más bajo del porcentaje alcanzado en 2010 de 1,36, que bajó en sucesivos años hasta 1,19 % en 2016, y lejos de otros países europeos como Alemania (3,09 %), Suecia (3,34%), Francia (2,20%) y de otros países como Israel con 4,95 % y USA con 2,84 %. Pero la financiación no es  el único problema de la investigación que hay que mejorar. Hay otros problemas como el envejecimiento de la población investigadora, la burocratización, la falta de flexibilidad en la gestión, el cortoplacismo, la falta de coordinación entre investigación pública y privada entre otros. Esto hizo que en el período de expansión de 2010 se formaran becarios y que en los siguientes años, con la disminución del presupuesto, no existiesen suficientes becas postdoctorales y tuvieran que emigrar o dedicarse a otra cosa. Y a todo ello se une el problema de que aunque la producción científica ha sido aceptable, hay problemas en la transferencia e innovación a través de patentes y la falta de coordinación entre investigación pública y privada.

En definitiva, queda mucho por hacer, y alcanzar el 2% en ciencia debe de ser un objetivo para todos.

Un fuerte abrazo,

José Fernández Martínez

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