Hoy en día, cuando se habla de seguridad empresarial, la conversación gira siempre en torno a lo mismo: firewalls, ciberataques, contraseñas seguras, amenazas digitales. Y tiene todo el sentido. Vivimos rodeados de dispositivos conectados, datos expuestos, amenazas que evolucionan casi a diario.
Pero mientras miramos con lupa cada paquete que entra y sale de la red, solemos olvidarnos de algo mucho más simple, igual de crítico y sorprendentemente común: la seguridad física.
Nosotros lo comprobamos en cada proyecto. Por muy blindada que esté tu red, de poco sirve si cualquiera puede entrar caminando por la puerta trasera con una falsa orden de mantenimiento. Y, aunque parezca increíble, eso ocurre todos los días.
¿Qué es realmente un estudio de seguridad?
Cuando se menciona un “estudio de seguridad”, muchos piensan en un documento técnico lleno de tablas o en una auditoría formal que acaba en un cajón. Pero un estudio de seguridad bien hecho no es eso. Es algo más profundo y valioso: un análisis estratégico de todo lo que puede poner en riesgo tus activos, tus operaciones y, lo más importante, la continuidad de tu negocio. Porque sí, la ciberseguridad importa, claro. Pero todo empieza y termina en el mundo real, en el espacio físico:
- ¿Quién entra a tus instalaciones?
- ¿Con qué controles?
- ¿Qué puede ver o tocar esa persona?
- ¿Dónde están los puntos ciegos que nadie supervisa?
Desde el Grupo Cybertix siempre lo planteamos igual: no es cuestión de hacer un checklist y darlo por bueno, sino de crear un mapa real de vulnerabilidades, capaz de marcar la diferencia entre anticiparse o lamentarse.
La seguridad física no es solo un vigilante en la puerta
Una imagen muy habitual en muchas organizaciones: un puesto de control de accesos con un vigilante, alguna cámara de videovigilancia… y la sensación de que eso basta. Pero hoy, ese planteamiento ya no es suficiente.
La seguridad moderna exige un enfoque más técnico, más dinámico, más integrado. No se trata solo de bloquear accesos, sino de disuadir, detectar, actuar antes de que el daño escale. Hablamos de:
- Sistemas de acceso con control biométrico, validaciones múltiples, trazabilidad de movimientos.
- Diseño arquitectónico orientado a la defensa en profundidad: zonas controladas, anillos de seguridad, redundancias.
- Personal capacitado, que forma parte del sistema de protección, no solo como operadores pasivos.
- Protocolos integrados entre tecnología, procesos y personas.
Cuando todo eso funciona de manera coordinada, se gana algo fundamental: tiempo. Y en seguridad, el tiempo es lo que marca la diferencia entre un susto controlado y una crisis irreversible.
Cuando lo físico falla, todo lo demás se cae
Puede parecer exagerado. Hasta que ves los casos reales. En 2025, una instalación energética europea fue víctima de un ciberataque que empezó con una brecha física. Un supuesto técnico entró, dejó un dispositivo espía, y semanas después el ataque se activó.
En junio de este mismo año, varios hospitales estadounidenses sufrieron intrusiones similares. En uno de los casos, todo comenzó por algo tan sencillo como una tablet olvidada en un pasillo, utilizada después por personal externo para acceder a los sistemas.
No fueron fallos tecnológicos. Fueron fallos de supervisión física.
Y el coste no fue solo económico. También afectó a la reputación, a la confianza de clientes, incluso a la seguridad de personas.
El entorno: ese gran olvidado
Cuando hablamos de seguridad física, no se trata solo de puertas, credenciales o sensores. También importa el entorno: dónde está ubicada tu organización, qué características tiene el área que la rodea.
- ¿Es fácil llegar sin ser visto?
- ¿Existen rutas de escape para un intruso?
- ¿Cómo es la tasa de criminalidad local?
- ¿Qué capacidad de respuesta tienen los servicios de emergencia?
Puedes tener el mejor sistema técnico del mundo, pero si operas en un entorno hostil o mal diseñado, el riesgo se multiplica.
¿Qué proteger? ¿De quién? ¿Y cómo?
Aquí viene lo esencial. Toda organización, grande o pequeña, debería poder responder con honestidad a tres preguntas clave:
- ¿Qué debo proteger realmente? No solo infraestructuras: personas clave, procesos críticos, información sensible, relaciones estratégicas
- ¿De quién me tengo que proteger? No solo de amenazas externas, también de internas: negligencias, sabotajes, errores humanos.
- ¿Cómo lo hago de forma efectiva? A través de una matriz clara de vulnerabilidades y riesgos, que permita priorizar recursos.
No se trata de proteger todo con la misma intensidad. Se trata de proteger con inteligencia lo que realmente importa.
La verdad está en el campo, no en los informes
Esta es una de las claves que más repetimos: la seguridad no se puede auditar solo desde un escritorio.
Por eso destinamos al menos el 50 % del tiempo a recorrer instalaciones, entrevistar personas, observar. Hablamos con el personal de vigilancia, pero también con mantenimiento, logística, gerencia. Caminamos accesos, cruzamos turnos, revisamos horarios, analizamos patrones. Solo así se detectan los puntos ciegos. Solo así aparecen las grietas que no están en los planos.
Del diagnóstico a la acción
Un estudio serio de seguridad física no se queda en un informe bonito. Tiene que aportar un plan de acción claro, realista, priorizado, con retorno:
- Medidas preventivas: controles, sensores, formación.
- Medidas correctivas: ajustes operativos, nuevas políticas.
- Planes de contingencia: qué hacer si todo falla.
Y todo ello integrado con los planes de continuidad de negocio, con un análisis de viabilidad técnica, económica y operativa. Porque la seguridad no puede ser solo ideal: tiene que ser viable y sostenible.
¿Y después?
Aquí viene la parte más importante: una vez entregado el estudio, hay que convertirlo en realidad. Eso implica ejecutar cambios, instalar tecnología, capacitar personas, establecer protocolos claros. Pero también mantenerlo en el tiempo.
La seguridad física tiene un ciclo de vida: no basta con implementar una vez. Hay que revisar, ajustar y evolucionar frente a nuevas amenazas.
Conclusión: volver a mirar donde dejamos de mirar
Nosotros lo tenemos claro: la seguridad física no es algo del pasado. Es la base sobre la que se construye todo lo demás. Puedes tener la mejor red del mundo pero si cualquiera puede entrar con un mono azul y una sonrisa convincente, todo lo demás se cae.
Invertir en seguridad física es proteger personas, decisiones y futuros. Es asegurar gobernabilidad, continuidad y reputación.
Y, sobre todo, es dejar de mirar solo pantallas y volver a mirar puertas, pasillos, personas porque ahí es donde muchas veces empieza —o se evita— la verdadera crisis.
Miguel Ángel Guergué, Advisor en Cybertix.